Desde Discovery
Salud.
Preocupado por
los escasos resultados obtenidos en el tratamiento del cáncer, especialmente en
el área de oncología pediátrica, el Doctor Alberto Martí Bosch empezó a romper
con los métodos de la medicina tradicional en aras de encontrar formas más
eficaces y menos dolorosas de afrontar esta extendida enfermedad.
Otro problema que
explica este exponente es la limitación impuesta por la propia facultad y
organismos formativos respecto a la medicina, ya que dejan de lado aspectos y
artes médicas de gran importancia (homeopatía, fitoterapia, nutrición y
dietética). Los médicos interesados por ampliar sus conocimientos en campos que
no sea la medicina tradicional farmacológica que hoy en día impera se ven
obligados a salir al extranjero para aprender.
En Isance nos ha
gustado tanto su vídeo que queremos darlo a conocer mejor. Nos parece que es algo que
todos deberíamos saber. Aprovechamos para compartir las
notas que hemos tomado sobre sus contenidos, esperando que a vosotros también os
resulten útiles.
Partimos de una
información básica descubierta en la investigación de los tumores cancerígenos:
el tumor en su interior es alcalino,
pero en su exterior es todo acidez. Aparentemente, esta dualidad hace que
sea complicado dar un tratamiento al mismo.
Antes, la única solución conocida era la
quimioterapia,
una terapia muy dura para el paciente, dolorosa y con graves repercusiones para
la salud. Con el fin de evitar esto, el Dr Martí Brosh intentó reducir cada vez
más los tratamientos de quimio y centrarse primero en conocer a fondo el cáncer, para poder responder a éste de forma más
eficaz. Al fin y al cabo, el cáncer es sólo “unas células que se han vuelto
malas”, ¿no? ¿Pero por qué sucede esto?
El Doctor Pishinger plantea que la enfermedad
empieza en el entorno de la célula, no en la célula en sí. Por tanto, el problema deriva de los problemas de
insuficiencias de pulmón, hígado o riñón, que son filtros que trabajan todas
las horas del día durante nuestra vida. Todos entendemos que es normal
cambiar el filtro del aire de un coche pasado cierto tiempo. Pues la forma de
cuidar nuestros filtros pasa por la adecuada gestión de lo que ingerimos.
Simplificando, si
le enviamos grasas a la célula, ésta nos devuelve colesterol; si le enviamos
proteínas, nos devuelve ácido úrico… y estos
residuos, que son de carácter ácido, son filtrados por los órganos antes
mencionados. Mientras el cuerpo pueda filtrarlos no hay problema, pero hay
que tener en cuenta que el cuerpo humano mueve en un día el equivalente a unos 7.200 litros de sangre, que el Doctor
Martí compara a un camión de siete toneladas. En cambio… nuestros tres órganos
de filtrado tienen el tamaño de un puño o dos, como mucho, como ya estableció
Da Vinci. ¿Os imagináis cómo tienen que pasarlo unos filtros de este tamaño
para el equivalente a un cambión de siete toneladas?
Si ya sería duro
suponiendo que estuviera en reposo, tengamos en cuenta que nosotros no pasamos
nuestra vida en meditación trascendental. Estamos siempre atacados por nervios
y un ritmo de trabajo enloquecido. Por lo tanto, nosotros agotamos estos filtros y no los podemos cambiar. Si nadie nos enseña a limpiarlos adecuadamente, estos filtros se
obstruirán y empezaremos a retener colesterol, CO2, ácido úrico…
Esto hace que
varíe el PH del cuerpo, pero nuestro organismo no se puede permitir que varíe
el PH de la sangre, o tendría consecuencias nefastas. ¿Solución? El cuerpo deja estos residuos a un espacio intermedio, entre
los capilares y las células, y las células acaban por ahogarse en sus propios
excrementos. Eso hace que sea imposible que la célula, acostumbrada a
flotar en un área cristalina, funcione bien. Acaba rodeada de una barrera de
ácidos por la cual están obligados a pasar cualquier nutriente o el oxígeno que
necesita la célula para sus funciones. Resumiendo:
la célula se queda sin oxígeno, sin comida y atacada por sus propios ácidos.
Y, por tanto, la degeneración celular está relacionada con los ácidos.
Una célula en esa situación sólo tiene dos
opciones: morir… o
defenderse para sobrevivir.
Si se mueren, en función de dónde sean las
células, se generarán unas u otras enfermedades: parkinson, alzheimer,
esclerosis, fibromas mamarios o uterinos… Y se le suele quitar importancia a las
fibrosis porque ya están muertas las células. Además, en la medicina
tradicional, si no identificamos al virus o la bacteria, decimos que son
enfermedades de carácter ideopático. Como no sabemos qué pastillita les
corresponde, se dejan de lado cuando en realidad son claros indicios de que hay cosas que no están funcionando
adecuadamente en el organismo y su filtrado.
¿Cuál es la otra
opción de la célula? La supervivencia.
Las células luchan por sobrevivir en ese estado de amenaza mediante cuatro
mecanismos:
1.
Hacer un globo de agua para
desplazar los ácidos. Las células aprenden unas de otras. Si todas las células se llenan de agua, la persona retiene los líquidos
y es incapaz adelgazar.
2. Tamponar, que es convertir un ácido en una sal. Para ello, tiene que robar minerales de los huesos:
calcio y sodio para hacer reaccionar químicamente. Al sacrificar estos
minerales, se dan enfermedades como osteoporosis, artritis… al tiempo que
aparecen calcificaciones en los tejidos blandos.
3. Drenaje.
Puede hacerse a través de la la piel,
por la que se echan los residuos en forma de sudor ácido, la grasa… y esto
acidifica la piel. El resultado son las dermatitis, eccemas, oriasis. Si en
cambio se drena hacia las mucosas, se dan llagas en el esófago, en el estómago
o colitis ulcerosa.
4.
La mutación, que consiste en el
paso de célula sana a la de célula tumoral, es decir, cáncer. La célula muta porque su
entorno ya no es alcalino, sino ácido, y como la célula necesita energía (atp).
Existe una ruta alternativa que pasa por una síntesis de otros procesos,
invirtiendo el proceso. La célula tiene
que volverse muy alcalina en su interior, como hemos dicho al principio,
para poder luchar contra la acidez externa.
¿Qué opciones
propone la medicina académica?
1.
Primero, cortarle la cabeza al tumor (si se puede). Esto es, la cirugía.
2. Si no es posible, achicharrar el
tumor (si se puede). Es decir, la radioterapia.
3.
La tercera opción es envenenar a las células tumorales mediante quimioterapia.
Pero el Dr Martí
Bosch, tras comparar estas tres vías a los procedimientos del siglo XII, nos
recuerda que en dicha época también se podía recurrir al asedio contra un
enemigo. ¿Cómo se podría hacer asedio a
las células tumorales? Pues dejándolas sin su alimento, que en este caso es el
ácido. En otras palabras, pasando
por un proceso llamado la apoptosis, que viene a ser la alcalinización del
organismo y la posterior muerte de las células tumorales.
De manera práctica, lo que haríamos sería
quitarle los ácidos, las sales, su alimento (la dextrosa que es la única encima estable
en un medio ácido)… y al final la célula
no podría hacer su síntesis de ácidos porque sólo le quedaría el oxígeno. Y
es más, para la célula tumoral, el
oxígeno es tóxico para las células anaeróbicas.
Dicho esto, y
sabiendo la solución, ¿cómo alcalinizar
al paciente? Recuperando la función
de sus filtros: hígado, riñón y pulmón; así como eliminando aquellas toxinas que se han quedado en el espacio
intersticial del organismo.
Desde esta
óptica, se pueden usar cuatro pilares para el tratamiento del tumor: dieta alcalinizante, hidroterapia,
tratamientos físicos y tratamientos naturales. Resumimos algunos apuntes a
continuación sobre cuáles son los beneficios de estas formas de actuar:
n Dieta alcalinizante y hiposódica (con poca sal). La dieta de carne es acidificante, en cambio, la dieta vegetariana es alcalinizante y,
además, contiene mucha agua, la cual
es fundamental para limpiar los filtros del organismo. El Dr Martí nos
cuenta que está bien comer vegetariano, pero no ser vegetarianos, porque
nuestro estómago no está preparado como el de los herbívoros. Somos omnívoros,
pero sí tenemos que reducir mucho nuestro consumo de proteínas. Una dieta
adecuada con pocas proteínas y sales asegura que estamos matando de hambre las
células tumorales. Si además lo unimos a tratamientos de oxigenación, como la
ozonoterapia, asediamos todavía mejor las células.
n Fitoterapia. Ya Galeno se quejaba con sus tres grandes no: no sé medicina, no
tengo medicamentos y no puedo curar, pero Galeno
aprendió de Hipócrates, que dijo que los medicamentos tenían que ser los
alimentos y se dio cuenta de las propiedades que tenían las plantas para
limpiar. Ya fuera tomándolas como alimento, infusión o comprimidos (que
obtenía secando y comprimiendo las plantas). También la oligoterapia puede reactivar estos órganos de filtrado.
n Hidroterapia. Galeno también se dio cuenta de la importancia de las termas. Las
aguas termales son aguas calientes, ideales para dilatar los poros. Además, son
aguas minerales, con una gran concentración salina. Los líquidos van a ir de
donde hay menos concentración, porque se produce un gradiente de osmosis. Por
tanto, se pueden sacar del cuerpo residuos
gracias a los baños termales; y no hace falta costearse un balneario, ya que en
casa se puede reproducir el proceso con agua caliente y sal.
n Tratamientos físicos. Estos permiten restablecer
los mecanismos funcionales y energéticos de las células. Por ejemplo: acupuntura,
osteopatía, quiropraxia, magnetoterapia, musicoterapia y demás nos ayudan a reequilibrar los sistemas del
cuerpo.
Conclusión: mediante estos tratamientos, lo que se consigue es evitar que las
células sanas pasen por los procesos de deterioro o mutación anteriormente mencionados
y, a la vez, que las células tumorales queden aisladas, sin medios de vida, y
mueran.
Si nos hubieran
acostumbrado desde pequeñitos a comer un día vegetariano, a tomar infusiones de
alcachofa, hipérico y té verde, a bañarnos con sal y a tener unos hábitos sanos
de vida, nuestros filtros podrían funcionar adecuadamente durante toda nuestra
existencia y no se llegaría al tipo de enfermedades que hoy en día inundan
nuestra sociedad con tanta facilidad.
Por último, el Dr
Martí Bosch termina su charla comentando lo preocupante que es la forma en que
reacciona la medicina actual al respecto, y como rechaza los tratamientos menos
agresivos, cuya eficacia está probada. Pone el ejemplo de una paciente que
tuvo, en un caso grave de metástasis, que a través de esta “limpieza de filtros”
casi remitió completamente su enfermedad. La medicina académica etiquetó el
caso como “curación espontánea”. Martí Bosch afirma que sí, se curó
espontáneamente… pero gracias a que tomó toda una serie de medidas que lo permitieron.
Su organismo aprendió a funcionar de manera eficaz para la limpieza del cáncer,
mediante unos métodos que están al alcance de todos.
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